lunes, 23 de noviembre de 2009

Documental Tribu arco iris.







El primer evento que realiza el Centro Colibrí de oro es el Festival del arco iris, llevado a cabo en Bogotá, en la Biblioteca Virgilio Barco, en febrero de 2008. Fueron 4 días de ofrendas, círculos de la palabra, cantos, y expresiones artísticas en honor a las profecías de América y al arte y la poesía de la nueva humanidad. Paralelamente, los Inga y los Kamtsá, celebrababan en el Putumayo el "Atun puncha", fiesta en honor al arco iris.
Colibrí de oro, como todos los jardines de ensueño, nace de un mito, llamado "los jardineros del aro iris". Este mito, escrito por Juliana González y publicado en su libro "Entre mundos hermanos", fue puesto en escena en el mencionado festival, como bautizo de la nueva semilla y de su porvenir.

Mito "Los jardineros del aro iris"





LOS JARDINEROS DEL ARCO IRIS
©Por Colibrí de Oro (Juliana González Molina) 
De su libro "Entre Mundos Hermanos"

Nuestro principio fue el buen sueño, el sueño del arco iris que soñó nuestro Padre, el Gran Soñador, y que engendró y dio a luz nuestra Madre, la Gran Jardinera.


Cuentan las abuelas rocas que fuimos concebidos en la laguna sagrada que habita en el núcleo del corazón de nuestra madre tierra. Allí la luz del Gran Soñador se fundió con la flor multicolor de la Gran Jardinera, en el más inmaculado silencio.

Recién nacidos, los humanos portábamos una estrella de luz en la frente y una enorme flor multicolor adherida al pecho. A imagen y semejanza de nuestros progenitores, podíamos soñar como nuestro padre, y engendrar y dar a luz a nuestros sueños como nuestra madre, pero al igual que él debíamos estar atentos a discernir el buen sueño de los malos sueños y las pesadillas, y al igual que ella no podíamos abandonar en ningún instante el oficio de jardineros. Nuestro menor descuido al respecto era una puerta abierta a la depredación de las flores.

El jardín del arco iris, fruto del amor de nuestros padres, fue nuestro primer hogar.

Las abuelas rocas nos recuerdan que era un jardín precioso, poblado por una gran variedad de minerales, animales, plantas y humanos de diversas formas y colores. Estos seres vivos se agrupaban en familias, según el reino, la especie y el color afín a su naturaleza. Así se formaron las culturas, de acuerdo con las tonalidades que componían el reino humano. Había culturas negras, violetas, rojas, verdes, azules, amarillas, rosa, y de muchos otros colores. Los primogénitos de nuestros padres eran de luz esencial, como el Gran Soñador. Ellos manifestaban en sus cuerpos la luz que todos los otros seres contenían en sus corazones. Como hermanos mayores, tenían la misión de recordarle a sus hermanos menores el Principio del que todos proveníamos.

De niños, nuestra primera responsabilidad fue aprender a regar, desyerbar, abonar y sembrar nuestro jardín personal. Sólo así estaríamos en condiciones de cuidar otros jardines.

Nuestro primer sueño fue un sueño compartido con nuestro padre, tal como él y nuestra madre lo habían deseado. En ese sueño, nuestros corazones de pétalos abiertos soplaban sin cesar bandadas de flores diminutas, cuyo puerto era configurarse en jardines circulares, en torno a los espacios sagrados de cada uno de los seres, familias, grupos o especies habitantes del gran jardín. Era preciso proteger las identidades para que se respetaran entre sí, para que no se invadieran unas a otras, para que reconocieran sus fronteras naturales. Las flores simbolizaban la voz sutil de la tierra. A través de ellas, nuestra madre le comunicaba en secreto a todos sus hijos la delicada belleza de su amor. 

Pronto los jardineros de las culturas unicolor se volvieron sedentarios. El destino de sus cuidados se concentró en los seres vivos de su propio territorio. Aunque sus sueños seguían siendo multicolor, no dejaban de incluir los seres de otros colores, otras formas, otros territorios. Los jardineros de luz esencial, en cambio, preservaron durante mucho tiempo su naturaleza nómada. Ellos eran los mensajeros entre los territorios. Transportaban olores, sabores, sueños, creaciones, alimentos, de unos jardines a otros, sembrando flores multicolor a su paso. Su labor era recordarle a sus hermanos que aunque sus cuerpos reflejaran un solo color, sus espíritus habían absorbido el espectro cromático completo. Aunque cada ser vivo manifestara una parte única e irrepetible del sueño, todos conteníamos la totalidad del sueño en el fondo de nuestros corazones. Todos éramos herederos del arco iris.

Es en verdad grande la libertad que se nos dio a los humanos. Al comienzo de nuestra historia, el padre nos dijo: “Podéis soñar todo aquello que deseéis, pero la cosecha de vuestros sueños será irremediablemente el resultado de vuestra siembra. Incluid en ella siempre a vuestros hermanos. Así las flores nunca os desampararán. Tenéis como aliados al fuego, al aire, al agua y a la tierra, potestades mágicas que guiarán el tránsito de vuestros sueños itinerantes”.

En la infancia de nuestra historia, la palabra del Gran Soñador se hizo obra. El pecho de la Gran Jardinera fue glorificado por una infinidad de sueños floridos. Pero al llegar a la adolescencia, gran parte de la humanidad se negó a seguir escuchando los consejos de él y a seguir recibiendo las bendiciones de ella.

Muchos humanos se convencieron de que ya no necesitaban de la mano de nuestros padres, de que ya era tiempo de caminar solos. Entonces decidieron soñar sueños individuales. Estaban ansiosos de consolidar su propio mundo.

Habían descubierto que la estrella de luz que portaban en la frente contenía una llave secreta hacia otras dimensiones, otros reinos, otros universos, donde era posible volar. Habían mirado a su alrededor y les pareció que sus hermanos caminaban demasiado lento, que no era admisible que la mayoría aún gateara.

Así que optaron por mantener los ojos cerrados. El deseo de expandir sin límites el tono cromático que los hacía singulares e irrepetibles en el universo —deseo que hasta entonces se había mantenido oculto en sus corazones— era ahora el único alimento en el que creían, la única copa que eligieron beber. Estaban ansiosos de embriagarse por completo de sí mismos, de conocer el éxtasis de su propia plenitud, para luego penetrar con su color a cada una de las criaturas vivientes que poblaban la tierra. Al fin y al cabo, se decían a sí mismos, habían sido los elegidos de las estrellas para ser los depositarios y trasmisores de la única verdad que le otorgaría a la humanidad las alas que le faltaban.

Atrás quedó para ellos el hábito diario de regar, abonar, desyerbar y sembrar jardines. Atrás quedaron el agua, el aire, el fuego y la tierra. Atrás quedó la tribu. Era un sacrificio que les exigía su sueño, pensaban, un sacrificio que más tarde repercutiría en felicidad para todos. Pero no fue así. Lejos de ser ésta nuestra primera hazaña heroica, fue más bien nuestra primera equivocación. 

Al ignorar el idioma de las flores, le perdimos el respeto a las diferentes tonalidades que guiaban el sueño de nuestros hermanos. Llegamos a creer que nuestro deber era convencerlos a ellos de que soñaran exclusivamente en nuestro color, porque éste, según nosotros, era el único capaz en todo el espectro cromático de pintar el cielo y las alas que la humanidad estaba buscando.

Los sueños de color más intenso se acostumbraron a invadir el territorio de los sueños más tenues. Los sueños de carácter más sutil se vieron obligados a soportar el asedio constante de los sueños más visibles. Muchos se habituaron incluso a ser invadidos por los demás, al pensar que tal vez el color ajeno, por ser más corpóreo y tangible, era más válido que el propio. 

Los naranja luchaban porque los verde se volvieran naranja. Los violeta dejaron de ser violeta y se convirtieron en rosa. Los azules convencieron a los marrones, a los amarillos y a los magenta de que se volvieran azules. Los magenta forzaron a los negros y a los rojos para que se mezclaran con la tonalidad magenta. Hubo incluso algunos colores que se extinguieron al ser absorbidos por los más fuertes. 

Poco a poco, el buen sueño del arco iris se fue olvidando. Las culturas aprendieron a abrir zanjas y a levantar muros entre ellas. Los soñadores particulares se multiplicaban, cada uno con su verdad única, luchando por imponerse ante los demás. Los jardineros se convirtieron en guerreros; los jardines, en castillos amurallados; el gran jardín, en campo de batalla; los animales, las plantas y los minerales, en esclavos de los hombres; el vientre de la tierra, en depósito de desechos.

Cuentan las abuelas rocas que ante el aislamiento y la separación que reinaba entre sus hijos, la voz del padre se manifestó: “Hay un tiempo para cada cosa y un momento para hacerla bajo el cielo. No podéis alterar el tiempo a vuestra voluntad. ¿Cómo pretendéis volar si ni siquiera habéis aprendido a caminar bien? Separados de mí jamás tendréis sueños, sólo tendréis ilusiones o fantasías. Separados de vuestros hermanos jamás podréis engendrar y dar a luz a las alas que has entrevisto. Separados de la madre estaréis desprotegidos, y sin protección, ¿cómo podréis encarnar los buenos sueños? Regresad al tiempo y al lugar en que descuidasteis vuestro jardín. Retornad a vuestra labor de jardineros. Más adelante, habrá nuevas oportunidades de volver a soñar. Todo a su tiempo”.

Apenas se hizo el silencio, la madre envío a sus hijos una lluvia de pétalos coloridos como medicina de purificación.

La memoria del agua nos recuerda que este llamado de la madre resucitó el corazón de muchos de sus hijos, quienes aterrados al darse cuenta de lo lejos que estaban de sus hermanos y de sí mismos, se prometieron regresar a la infancia, a la inocencia perdida. Pero no sabían cómo hallar el camino de retorno. Habían olvidado el idioma de las flores, y sus hermanos mayores, al parecer, se habían extinguido.

Durante el imperio de los soñadores unicolor, los primogénitos de nuestros padres se mantuvieron ocultos en el centro de la tierra, como los fieles guardianes del jardín del arcoiris. 

Gracias a ellos, hubo un lugar en nuestro mundo en el que se conservó intacta la pureza original de nuestro primer hogar, un lugar en donde los malos sueños y las pesadillas no alcanzaron a contaminar la semilla de oro del buen sueño, un lugar en donde el Gran Soñador y la Gran Jardinera continuaron adorándose a la intemperie, un lugar en donde el sendero del amor no se perdió.

Pero este lugar era demasiado pequeño —y con el paso del tiempo se hacía cada vez más pequeño— para contrarrestar el peso que las ruinas y los despojos de los sueños individuales ocupaban bajo tierra.

—¿Y si lo que queda del jardín del arco iris desaparece? —se preguntó compungido una noche el Gran Soñador—. Desaparecería con él la vida de mi amada jardinera, y mi sueño de verla volar nunca se cumpliría, como tampoco se cumpliría el sueño de ella de verse a ella misma volar ni el sueño compartido de volar los dos junto a nuestros hijos, como si fuésemos un solo ser ascendiendo a estadios más altos y luminosos del universo.

Entonces recordó la lealtad de sus progenitores y, confiado en que ellos tomarían conciencia del peligro de extinción que corría la madre, les dijo: “Vuestra misión original era velar porque vuestros hermanos menores no perdieran el camino de regreso a casa, vuestra responsabilidad era ser mensajeros ante ellos del mar, de la montaña, de los animales, de las plantas, de las diferentes razas y culturas humanas. Si supierais el dolor que ahora ellos llevan por dentro al no poder sentir los múltiples lenguajes que vosotros conocéis a la perfección, estaríais allá afuera compartiendo vuestra medicina con ellos. Sé que os espantasteis al presenciar el desbalance de sus sueños, que tuvisteis miedo de que esos sueños aniquilaran el sueño del arco iris. Sé que os ocultasteis con un propósito noble, que protegió la vida de vuestra madre, y estuvo bien, por un tiempo, pero no por demasiado tiempo, no podéis seguir siendo niños eternamente. Tenéis que pasar por la adolescencia para llegar a la adultez, porque sólo en la adultez conoceréis el fruto más pleno de vuestra siembra. No todo lo hecho por vuestros hermanos ha sido nefasto. Los caminos de luz y oscuridad que ellos han emprendido en busca de alas me han aclarado el rumbo del buen sueño, cuyo destino es que todos podamos volar. Ahora puedo reconocer con mayor claridad dónde están las trampas y dónde los caminos bendecidos, dónde los pasos ciertos y dónde los pasos malogrados. Los errores y los aciertos de ellos me han enseñado a soñar mejor. Ahora deseo que vosotros aprendáis también a soñar por vuestra propia cuenta, porque mi sueño precisa de los sueños de vosotros para completarse. Es tiempo de salir del centro de la Tierra. Vuestros hermanos os necesitan allá arriba. Es tiempo de que acudáis a ellos, sin temor”. 

Cuentan las abuelas rocas que hubo primogénitos que se negaron a alejarse del seno de la madre, pues para ellos sus hermanos unicolor no se diferenciaban de una fiera salvaje, que no dudaría en devorárselos al menor descuido. Hubo otros que salieron del centro de la Tierra creyéndose los hijos preferidos de la creación, y en lugar de llevar medicina al mundo de afuera, llevaron más separación y confusión de la que ya existía. Hubo, por fortuna, algunos que atendieron la palabra del padre y la siguieron con impecabilidad. 

Estos últimos le están enseñando a sus hermanos unicolor cómo rehacer los espacios sagrados, los círculos floridos, cómo reconocer y respetar las fronteras naturales de los otros seres vivos, cómo dejarse guiar nuevamente por el fuego, por la tierra, por el agua y por el aire, cómo hablar otra vez el lenguaje de las flores, cómo ser flor. Pero el proceso de sanación que precisa la tierra es tan profundo y urgente que la medicina de estos niños sabios no ha sido suficiente para curarla y para curar a todos sus hermanos. 

Por fortuna, muchos hijos unicolor han iniciado un profundo trabajo de autosanación y al hacerlo están contribuyendo a sanar las heridas de la Gran Jardinera. Independientemente de su raza y su cultura, se han unido a la causa de sus hermanos mayores, motivados por la conciencia de que la amada tierra precisa de muchas manos y de muchos corazones para alcanzar la salud y así poder volar.

De nuevo sus hijos le han despejado el camino al Gran Soñador, quien al verlos comprende que éste es el tiempo de dar vida a una nueva tribu constituida por gente de todas las razas y todas las culturas, hombres y mujeres que por dentro sean de luz esencial y que por fuera lleven impreso en sus cuerpos el arco iris. Ellos ayudarán a restaurar la antigua belleza de la Gran Jardinera y serán los guías en los caminos que conducirán a un nuevo universo, a una nueva realidad. 

Esta nueva gente, bautizada por el Gran Soñador como los jardineros del arco iris y surgida de las cenizas como el ave-trueno, símbolo del renacimiento, “viene a reforzar la igualdad entre las naciones y se opone a la idea de una raza superior que controlaría o conquistaría otras razas, viene a traer paz, a través de la comprensión de que todas las razas constituyen en verdad una sola raza, viene a encarnar la unidad de todos los colores, la idea de que todos los credos deben trabajar juntos, buscando siempre el bien común” .

La humanidad está entrando a la edad adulta. Los jardineros del arco iris que hoy despiertan están aquí para recordarnos que las ruinas de los sueños particulares nos están intoxicando por dentro, que es preciso exorcizarlas, que es preciso volver a compartir sueños comunes, que es preciso creer que todos podemos volar a un mismo tiempo. Ellos traen en sus corazones la medicina para sanar los muros y las zanjas que nos han separado, traen las flores multicolor para iluminar el sendero sagrado del amor, en el que todas las razas, todas las culturas, todos los seres vivos sobre la tierra encuentran que unidos, y sólo unidos, son el porvenir del buen sueño, las alas de la Gran Jardinera, el corazón de la vida.

PALABRA ANCESTRAL


Palabra de las abuelas

"El arco iris es una forma de iluminación para la humanidad. Uno de los signos que los ancianos buscaban en los tiempos antiguos era un arco iris perfecto... El arco iris será perfecto de nuevo tan pronto el círculo sagrado se vuelva a cerrar. Entonces el círculo de oro del nuevo mundo será completo. El arco iris rodeará de nuevo la Tierra perfectamente como estaba en el comienzo" .


LORRAINE MAFI-WILLIAMS o Alinta, vocera del Consejo de los Aborígenes Australianos de Wollombin



Rueda del arco iris, dadora de vida
con tus lluvias purificadoras
uniendo todos los colores,
los hijos de la Tierra volverán a andar en paz.
Rueda del arco iris, anuncia que tus guerreros ya están en pie,
los hermanos y hermanas en armonía con tu luz en sus ojos.
Rueda del arco iris, toca nuestros corazones, para que podamos volar,
no solos ni separados, sino uniendo nuestros diferentes colores en el cielo.


En el tiempo en que viví en México y trabajé con las abuelas, junto a la sociedad del Búfalo de la Dimensión de los Sueños y con la Fraternidad Femenina, descubrí que muchas profecías derivadas de videntes o soñadores se han conservado a través de los tiempos. La profecía de la rueda del arco iris, como ejemplo, es bastante clara.

La rueda el arco iris representa la promesa de paz entre todas las naciones y entre todos los pueblos, encarna la idea de la unidad de todos los colores y la idea de que todos los credos deben trabajar juntos buscando el bien común. La raza del arco iris viene a reforzar la igualdad entre las naciones y se opone a la creencia de una raza superior que controlaría o conquistaría a las otras razas; viene a traer paz, a través de la conciencia de que todas las razas constituyen en verdad una sola raza. Esta profecía se cumplirá cuando todos los caminos que conducen a la totalidad sean respetados.

Las abuelas también me hablaron de los cambios que los hijos de la tierra sufrirían, durante el proceso de curación, en el momento en que las ruedas del arco Iris girasen en sus sueños. Ellas declaraban:

Cuando el tiempo del Búfalo se aproxime, la tercera generación de niños de los ojos blancos servirá como señal de que nuestros ancestros están retornando en cuerpos blancos por fuera, pero rojos por dentro. Estos niños dejarán crecer sus cabellos, portarán collares de cuentas, pintarán sus rostros y proclamarán que el amor es la medicina que curará a todos los hijos de la tierra. Ellos descubrirán nuevas maneras de comprenderse a sí mismos y a sus semejantes, buscarán a los ancianos de nuestra raza roja para beber de la fuente de su sabiduría, aprenderán a caminar en equilibrio sobre la superficie de la madre Tierra, y sabrán llevar nuevas ideas a los jefes blancos. También tendrán que pasar por pruebas, como ocurría cuando eran ancestros rojos. Serán usadas substancias poco comunes, como agua de fuego, para observar si continúan caminando firmemente dentro del camino sagrado. Muchos de ellos recordarán su propósito en esta caminata por la Tierra y aprenderán a desarrollar sus dones para poder auxiliar a la humanidad. La verdad disolverá los nudos de la separación y la bondad prevalecerá.

La rueda del arco iris de la paz destruye las mentiras que hicieron que los hijos de la Tierra desconfiaran unos de otros, substituyendo la ilusión de la separación por la afirmación de la totalidad. Cuando la diosa de la rueda del arco iris venga a bendecir la madre Tierra con las lluvias de la purificación y de regeneración, sus hijos también serán sanados y purificados. El arco iris circular conseguirá envolver el espacio sagrado de cada persona, y así todos pasaran a caminar en la verdad, respetando los espacios sagrados de los otros individuos. Así es como la armonía volverá a reinar en nuestro planeta.

Jamie Sams,descendiente de cheroquies e iroqueses, es una de las maestras de las tradiciones nativas más apreciadas en la actualidad y autora de númerosas obras que recogen sus enseñanzas


Palabra de los abuelos


"Hay verdad en las profecías del arco iris. Pueblos de toda América se unirán con pueblos de otras naciones, y ellos sabrán que somos todos familia, hermanos y hermanas. Ésta no es mi visión personal, sino cósmica presentada para todos los ancianos, la visión que nosotros compartimos" .

Don ALEJANDRO CIRILO PÉREZ, presidente del Consejo de los Ancianos Mayas en Guatemala, guardia del calendario y de las profecías.


"Las profecías nativas dicen que los mestizos y blancos que dejen crecer su pelo largo y que lleven collares vendrán hacia los curanderos indígenas y pedirán guía... Las profecías dicen que ellos volverán como el pueblo del arco iris en cuerpos de diferentes colores: rojos, blancos, amarillos y negros. Los ancianos dicen que ellos volverán y se unirán para ayudar a restablecer el equilibrio en la Tierra. La historia de estos guerreros del arco iris es contada por varios pueblos de diferentes maneras.

Nosotros sentimos que estamos ahora en esa época donde los guerreros del arco iris llegan. Es entonces un tiempo donde nosotros deberemos reconocer que somos todos seres humanos sobre el mismo planeta y es en lo que consisten los guerreros del arco iris".

SUN BEAR, recordado maestro Ojibway de la rueda de medicina
y fundador de la Bear Tribe Medicine Society


Nacerán grandes líderes, guerreros y chamanes en muchas naciones para limpiar la tierra, preparándola para la etapa de su renacimiento. Después vendrán los sembradores, a plantar las semillas de la verdad, la justicia y la libertad. Los narradores, los guerreros y los sembradores vivirán de acuerdo con los designios del Gran Espíritu, y enseñarán la manera de mantener sagrada a la madre Tierra por siempre.

Estos seres serán llamados guerreros del arco iris, porque reunirán las cuatro direcciones sagradas, cada una separada distintivamente, pero por siempre conectadas en el círculo de la vida. Juntarán a las cuatro razas humanas para que vivan en paz. Es de esta manera que las cuatro direcciones sagradas y las cuatro razas humanas se encontrarán representadas en la magnificencia del arco iris.

LEE STANDIG BEAR MOORE (Oso Parado),
abuelo norteamericano, vocero del Consejo Indígena Americano de Manataka (CIAM)

Aro iris: primera rueda de la medicina

Por Juliana González, de su libro "Entre mundos hermanos"

"Estamos convencidos de que el mundo está necesitando de balance, de abrirse nuevamente a los senderos del espacio que conducen a seres excelsos y sagrados, de restituir en la madre Tierra el lugar que le corresponde al aspecto femenino divino, para lograr el balance entre los géneros -lo que todavía está dominado por la fijación en el aspecto patriarcal masculino, con el desbalance resultante-.
El balance era lo que originalmente regía la manera de ser y de estar de la gente de la isla Tortuga, por lo que siempre buscaban el centro en todas las cosas, honrando todas las relaciones, practicando la inclusión, respetando todas las formas de vida por éstas ser intrínsecamente merecedoras de respeto, viendo el valor medicinal en todo y asegurando que todo estuviera en círculo o que fuera restituido a éste, sin jerarquías o distinciones.
De acuerdo con nuestra tradición, creemos que para sanar a la madre Tierra el masculino y el femenino deben ser balanceados y reconocer que todos los seres humanos sólo tienen diferencias como medios para encontrar parecidos y llegar a acuerdos".

JIM PATHFINDER EWUING, abuelo indígena norteamericano

De acuerdo con el pensamiento de muchos sabedores indígenas de América, el origen de la violencia en la humanidad se debe en gran parte al desbalance existente entre la energía femenina y la energía masculina. La relación entre Occidente y las culturas indígenas, por ejemplo, surge de una relación desequilibrada. Occidente, que suele ser una cultura predominantemente masculina, invade a las culturas indígenas, de naturaleza esencialmente femenina. Este hecho origina violencia. De allí el llamado de los abuelos a reconectarnos con la madre Tierra, que es la encarnación más fiel de la energía femenina. Sólo así podremos equilibrar la balanza y hallar la paz.
Le he preguntado a lo largo de la investigación a muchos indígenas y mestizos si creen posible que en un futuro alcancemos la paz y la reconciliación entre el indio y el blanco. Me he encontrado con que muchas personas en Colombia contemplan el porvenir de esta relación con escepticismo, preocupación y desesperanza. Hay, al parecer, demasiadas heridas que nos separan. Sin embargo, por fortuna también hay sueños que nos unen. Ha sido un alivio hallar uno de esos sueños.
En un mambeadero oí hablar a un niqui que en la tradición de los indígenas norteamericanos existía una profecía denominada la profecía del arco iris, según la cual todas las culturas del planeta se unirán en torno a un mismo propósito, pero conservando cada una de ellas su propia identidad, al igual que en el arco iris cada franja de color mantiene su propio tono, pero a su vez está unida a franjas de otros colores, formando en conjunto con ellas un solo arco.

La profecía más difundida al respecto es la de los indígenas hopi, explicó mi amigo en el mambeadero. Los hopi dicen que "cuando la madre Tierra esté enferma y los animales estén desapareciendo, entonces llegará una tribu con gente de todas las culturas que creerán en hechos y no en palabras y ayudarán a restaurar la antigua belleza de la Tierra. Ellos serán conocidos como los guerreros del arco iris". En la actualidad, en todo el mundo existe el movimiento arco iris, que se sustenta en esta profecía y que lucha por tener una mejor calidad de vida. Sin embargo, todo grupo que se interese en la ecología, en la espiritualidad y desee construir un mundo más armónico, simbólicamente es considerado un guerrero del arco iris.

Le pedí a mi amigo más información sobre esta profecía. Él me prestó un libro sobre la aplicación curativa de los cristales que mencionaba el tema. En sus páginas conocí que la forma natural del arco iris, según las culturas ancestrales, es la forma circular. El arco iris que se completa por debajo de la tierra es el modo en que "el Gran Espíritu limpia y energetiza tanto espíritu como materia. Es la rueda primaria de la medicina, un circuito curativo que une y reequilibra las polaridades ectromagnéticas masculina (padre Cielo) y femenina (madre Tierra) para el globo viviente, su ambiente y todos sus habitantes. De acuerdo con la palabra de un gran chamán de la tribu Nez Perce, "recorrer el sendero del arco iris (la vía india de la sabiduría) es caminar en equilibrio armónico con sus colores, uniendo y compartiendo amor, paz y agradecimiento con todos los otros seres del arco iris".

La profecía del arco iris significa la promesa de paz entre todas las culturas.

"El creador -dice un abuelo americano- creó los diferentes colores para que pudiéramos apreciar el signo que encierra el arco iris. Éste es un gran principio: que al igual que sólo unidos los diferentes colores hacen un arco iris, en la diversidad está la fuerza.
Por eso, con el desequilibrio provocado por la destrucción de nuestras tierras y de nuestras fuentes de agua, de nuestras culturas, de nuestros pueblos, en fin, de la gente de todos los lados, indiscriminadamente, la madre Tierra no puede continuar sosteniendo la vida.
Las grandes profecías, como la de los maya, de los hopi y de muchos otros pueblos ancestrales, predijeron este tiempo -denominado por los mayas como el tiempo del quinto Sol- en el que los habitantes del planeta deberán aceptar la necesidad de restituirle el balance a la madre Tierra tomando el camino de la sanación o enfrentar una destrucción terrible. Los temblores, los huracanes y las tormentas que están ocurriendo son muestras de un planeta desequilibrado, lo que está provocando que el poder del Sol central haga que nuestra estrella, el Sol que nos alumbra, transmita poderosas energías que acelerarán este cambio".